viernes, 31 de enero de 2014

Crítica literaria: Érase una veZ


 Título: Érase una veZ
Editorial: Kelonia
Varios autores
ISBN: 978-84-941043-4-3
Érase una veZ, Kelonia Editorial.

Los cuentos de hadas son milenarios y universales. Podemos encontrarlos en cualquier época y lugar del mundo desde la antigüedad hasta nuestros días.
Los primeros de que tenemos noticia son las fábulas del  Panchatantra hindú cuya función era la de educar a los jóvenes aristócratas.
 A través de la historia, los cuentos se han transformado  para adaptarse a cada tiempo y lugar, pero siempre con un objetivo didáctico y socializante.
Los antagonistas de las historias tradicionales eran brujas, ogros y demás seres malignos procedentes del imaginario popular; pero en esta época de consumismo y crisis económica, el monstruo que mejor simboliza nuestros miedos y flaquezas es el zombi. Por eso, un grupo de escritores españoles de terror, coordinados por Daniel Gutiérrez, han decidido revisitar los cuentos de hadas clásicos introduciendo en ellos a esta criatura.
No soy partidario de las historias de zombis en ninguno de sus formatos, de hecho, Érase una veZ es el primer libro que leo sobre esta temática en toda mi vida. Sin embargo, mi experiencia lectora con los infectados ha sido mucho más satisfactoria de lo que yo pensaba, y es que los doce cuentos de esta antología son ideales para entretenerse y desconectar un rato del estrés y las preocupaciones cotidianas.
El libro se abre con un lúcido prólogo de Carlos Sisí en el que se nos aclara que estas versiones Z son un regreso a  los cuentos clásicos originales (llenos de violencia y sexo) y, a la vez, una vuelta de tuerca de la mano del monstruo moderno por excelencia.

Tras el prólogo, encontramos un poema homenaje a El lobito bueno de José Agustín Goytisolo a cargo de Voro Luzzy y, después, los doce relatos que componen el libro.
Las antologías escritas por distintos autores suelen contener un defecto y una virtud. Por un lado, es muy difícil que todos los relatos mantengan el mismo nivel de calidad, con lo que siempre hay altibajos.  Por otro, la heterogeneidad de estilos y enfoques enriquece el conjunto y permite disfrutar a autores consagrados y descubrir a otros menos conocidos pero prometedores.
Los textos de este volumen comparten una serie de elementos propios del subgénero zombi: muertos vivientes fruto de una infección (alejados de sus raíces vuduistas) escenarios post-apocalípticos, protagonistas que sobreviven en situaciones extremas, altas dosis de violencia y gore, etc. Algunos textos se diferencian poco de los cuentos originales salvo por la introducción de los elementos anteriormente descritos.  Otros, sin embargo, son versiones con personalidad propia. Ambos tipos de relatos resultan entretenidos, pero creo que los primeros están más destinados al consumidor habitual de temática zombi mientras que los segundos, más arriesgados y ambiciosos, pueden ser disfrutados por un público más amplio.
Todos los textos me parecen recomendables pero, para no alargar la reseña, solo profundizaré en los que más me han interesado.

Zerilla, de J.E. Álamo.  

Revisión del clásico de Andersen cuyo emotivo comienzo es fiel al cuento original transformándose después en una historia post-apocalíptica de corte bélico. La narración toca temas como la exclusión social de los inmigrantes ilegales, la pobreza infantil y la locura.

Entre su lados fuertes, encontramos los siguientes: una protagonista con carisma que me recordó a la de Ojos de fuego, de Stephen King;  un estilo, ágil y eficaz capaz de pasar de lo dramático a lo apocalíptico con naturalidad; la historia es tan buena que pide ser desarrollada en un formato más amplio; algunas imágenes tan potentes que se graban en la memoria durante semanas.

En cuanto a la parte débil, destaca, negativamente, una explicación un tanto extravagante e innecesaria sobre el origen de la epidemia zombi.

Rizitos de Oro, de Athman M. Charles
O cómo una familia de rednecks convierte en infierno la vida de una pequeña comunidad de supervivientes a la epidemia zombi.
Se trata de una versión sórdida del cuento “Ricitos de Oro y los  tres osos” con mucha mala leche y altas dosis de sangre y vísceras.

Tres son los puntos fuertes de este texto: una historia redonda que engancha al lector y lo mantiene en tensión hasta el último párrafo;  la ambientación y la caracterización de los personajes está muy bien conseguida lo que contribuye a construir la atmósfera malsana que el cuento necesita; el inteligente tratamiento de la violencia (a pesar de que, a veces, pueda resultar excesiva, sólo se utiliza la que la historia exige).

Habría que mencionar como punto flaco algunas aristas en cuanto a estilo que no desmerecen el conjunto.

Hanzel y Gretelz, de Marta Junquera, resulta un estremecedor relato sobre supervivencia, culpa y venganza.

Si pasamos a los elementos destacables de manera positiva, ha de mencionarse: el estilo es impecable y hace que uno se sumerja en las escenas como si estuviera en su interior; la autora encuentra el tono adecuado a cada pasaje de la narración (a ratos dramático, a ratos atroz); dos protagonistas bien perfilados cuyas desventuras interesan al lector y le arrastran hasta el final de la historia; unos diálogos bien construidos a través de los que se muestran los personajes.

Sólo podría considerar un lado negativo, si acaso, ser demasiado fiel a la estructura del cuento original.

La bella y la Beztia, de Carolina Márquez Rojas, es una vuelta de tuerca  a la versión de Beaumont del cuento tradicional europeo.

Respecto a los puntos fuertes: su sentido del humor, agudo y negrísimo, no deja indiferente a nadie; una prosa muy cuidada que permite que la historia se desenvuelva con naturalidad; el exquisito morbo que impregna todo el texto; la fluidez de los diálogos (también llenos de humor)

No he hallado ningún defecto. El cuento es disfrutable al cien por cien.


A estos se suman otros textos que han llamado mi atención.

Juan y las habichuelas mágicas, de Juande Garduño, una versión lisérgica e irreverente del cuento clásico cuyo humor desbocado me produjo más de una sonrisa.
Caperuzita roja, de A.M.Caliani, por la calidad de su prosa y por su áspero desenlace.
Los tres zerditos,  de Tony Jiménez, por lograr el tono adecuado para una mezcla de narración infantil con elementos terroríficos y por su agradable sentido del humor.
La manzana, de Ana Martínez Castillo. Todo un descubrimiento por la capacidad de la autora de crear una atmósfera opresiva.
Ariadne y Barba azul, de Miguel Ángel Naharro. A destacar su valentía a la hora de tratar temas como la violencia contra la mujer e introducir un erotismo malsano.

Cada relato de la antología cuenta con una acuarela de la artista Barb Hernández, que, además,  se encarga de ilustración de la cubierta junto con Daniel Expósito. Todas las ilustraciones son de gran calidad y sintetizan muy bien la esencia de sus respectivos textos.

En resumen, Érase una veZ es una selección de relatos muy adecuada para los aficionados al Género Z que también incluye algunos textos muy disfrutables para otro tipo de público.



Clasificación: 3 estrellas sobre 5
Clasificación: para una lectura entretenida y sin mayores pretensiones.
Replicante autorizado: Uaorani


1 comentario:

  1. Muchas gracias, replicante. Es un honor contar con tu opinión y Bella te manda un beso y un mordisco... ;)

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