Autor: varios.
Editorial: Nostrum.
ISBN: 978-84-941804-9-1
Tamaño: 22 x 15 cm.
321 páginas
Ha surgido un nuevo grupo literario que quiere demostrar que el género de terror no es menor: La Hermandad Poe. ¿Cómo? Reuniendo anualmente a escritores de diferentes estilos pero con calidad. El resultado de esta idea ha sido la primera antología de relatos coordinada por Fernando López Guisado: Anatomías Secretas.
Dieciséis autores de diferentes ámbitos (poetas, cineastas, terror, fantasía, novela histórica) se han reunido para crear relatos de terror a la antigua usanza, recordando las historias que se contaban junto al fuego.
El tema central es
la licantropía o el cambia formas. Una interesante colección que agrupa diversos tono y estilos: desde el erótico al cuento tradicional, pasando por el relato de corte histórico. A esto se suma la inspiración en monstruos de diferentes culturas: rusa, gitana, gallega.
Francisca,
del poeta Manuel Lacarta, resulta el relato más lírico. Se percibe, además, la
experiencia del autor, pues su texto, con un estilo cuidado, es una muestra de
arte literario en el que, a pesar de la alta calidad, parece fluir de manera natural
de la pluma de Manuel. Me atrevo a afirmar que es la mejor construcción literaria
de toda la antología, aunque va dirigida a un lector que suele apreciar el arte
y estar acostumbrado a la buena lectura.
Lo
que dicen los ojos, de José Guadalajara, es un relato histórico. Sus
mayores aciertos son el depurado estilo y la ambientación, que nos conduce a
las leyendas medievales. Sin embargo, los personajes dejan al lector un poco
frío, sin llegar a empatizar con ellos.
El
Oborot, de Elena Muñoz, nos presenta la mejor narradora de toda la
antología. El relato, con la forma clásica de los cuentos tradicionales, rememora
los momentos que se compartían en torno al fuego contando historias. Con sus palabras,
nos guía de una manera visual por las dos voces del texto. Tal vez el único
punto negativo lo conforma el conjunto de algunas oraciones demasiado extensas.
El
vestido de mi madre, de Javier Quevedo Puchal, es uno de los grandes textos
de esta antología. Un relato que produce desasosiego en el lector por lo
enfermizo del contenido. El narrador sabe conducir perfectamente a ese lector.
Destacan, además, las sorprendentes y originales imágenes, que parecen surgir
de manera natural y sin esfuerzo.
La
mirada del Dodo, José Mª Tamparillas, resulta interesante por evocar los
diálogos del marqués de Bradomí y Rubén Darío sobre la poesía y poetas.
El
tigre soplado, de Eloy Alonso, es un relato de base real que nos transporta
a las leyendas amazónicas. Un texto bien
documentado y ambientado. Sin embargo, los puntos débiles de la narración son
los leísmos-que sacan del texto al lector que sabe que sólo están permitidos en
la oralidad y nunca a modelos de buen uso de la lengua- y la falta de imágenes.
Axol,
de Fernando Cámara, es una narración de estilo vanguardista y visual. Destaca
la descripción de lo cotidiano de una manera natural para pasar al vanguardismo
que se acerca al surrealismo.
El
lobo hombre, de José Elgarresta, con estilo depurado y natural, es una
vuelta de tuerca del relato convencional del hombre lobo para acercarlo a la
actualidad.
Piel
de foca, de Nuria C. Botey, es uno de los dos relatos más extensos de la
antología. Sin embargo, éste no se hace largo, no sobra nada. Es una narración
original que tiene bien merecido cerrar la antología. El texto, basado en
mitología, presenta la acción por la visión de los diferentes personajes que
aparecen en la historia. Es el lector el que reconstruye los sucedido a partir
de las palabras de cada personaje. Una forma complicada de narrar, pero muy
eficaz por lo bien que lo lleva la autora.
Otros
relatos que aparecen en la antología son: Muló, de Juan Ángel Laguna; Licaón
en Moncloa, de Francisco Javier Illán; Custodi me a bestiam, de
Alejandro Romera; El Ansia, de Miguel Puente; Miles, Miles, de María
Concepción Regueiro; El otro hombre lobo, de Emilio González y Texturas,
de Ángel Luis Sucasas.
Una lectura amena por el contenido y la forma, por la variedad. Un extraordinario regalo.
No hay que olvidar la cubierta, obra del ilustrador Carlos Gregorio Simón Godoy. En ella el blanco se opone al rojo oscuro pareciendo recordar que todos llevamos una bestia en el interior, que, en el fondo, es lo que pretende mostrar la antología. Carlos Gregorio Simón Godoy es también el creador de la insignia que identifica a La Hermandad Poe.
Un literatura que demuestra que el nivel no lo da el género, sino que es la calidad del texto, el talento de los autores y su técnica. No busquéis relatos repletos de sangre y vísceras. Aquí, en cambio, hay literatura.
Clasificación: 4 estrellas.
Para una lectura: entretenida, aterradora, artística.
Replicante identificado: Selene Alshams.
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