TÍTULO. TODO SHERLOCK HOLMES
AUTOR. CONAN
DOYLE
INTRODUCCIÓN, NOTAS, APÉNDICES E ÍNDICES. JESÚS URCELOY
EDITORIAL. CÁTEDRA
COLECCIÓN.
BIBLIOTECA AVREA
NÚMERO DE PÁGINAS. 1661
ISBN. 978-84-376-2034-3
Hay muchas citas célebres a lo largo de la historia
sobre la importancia de la información, y la clave de su control para hacerse
con el poder. Hoy día la televisión se levanta como un gigante. Nada de lo que
ocurre fuera de ella tiene relevancia, lo que suele convertirse en drama al
constatar que muchas de las historias que aparecen en la <<caja tonta>> no tienen
ningún valor, mientras que obras de arte son relegadas al ostracismo por un
criterio basado en unas audiencias de dudoso gusto.
Un profesor de inglés que tuve en mi adolescencia, bastante
nefasto, por cierto, recalcaba cada dos por tres que éramos <<niños
televisivos>>, normalmente referido a nuestra manía a mirar siempre como
animales carnívoros hacia el lugar donde surgiera el más mínimo sonido, más por
vocación de cotillas que por instinto de supervivencia.
Tengo que reconocer que tales definiciones solían
tocarme las narices, pero no por ello una afirmación deja de ser verdad. Es lo que me pasó con la figura de Sherlock
Holmes, personaje al que conocí de la mano de una serie televisiva de dibujos
protagonizada por perros, y que aún hoy trae a mi memoria la melodía del
principio, que tarareo frente al ordenador mientras escribo estas líneas.
Luego vinieron las películas, y las referencias al
personaje en otras muchas historias de detectives, adolescentes como Flanagan
algunas, más adultas como Miss Marple o Poirot otras, gracias a las cuales
aprendí que el detective moderno tenía un padre claro, y que el 221b de Baker
Street acogía al genio entre los genios.
Nunca leí un libro suyo, a excepción de Estudio en Escarlata, su primera
aparición. No la degusté mucho, pues en mi mente quedó el regusto de la
historia secundaria, mormones perdidos en las grandes llanuras, y el caso
detectivesco principal, con el método analítico que creó escuela, pasó
desapercibido a mis tiernos ojos.
Pero la vida da muchas vueltas, y en ocasiones brinda
la oportunidad de rellenar ciertas lagunas. Por medio de un regalo, he podido
acceder a un compendio de todos los relatos de Sherlock Holmes, recogidos en la
editorial Cátedra con introducción, notas, apéndices e índices e Jesús Urceloy,
bajo el título Todo Sherlock Holmes.
Para los amantes del personaje es ciertamente
recomendable, pues ordena los relatos siguiendo la línea cronológica de la vida
de Holmes y su inseparable amigo Watson, desde el mencionado Estudio en Escarlata hasta El último saludo. Incluso incluye, al
final del libro, una lista de todos los casos narrados y no narrados por
Holmes, pues en ocasiones Doyle, sin duda un excelso autor adelantado a su
tiempo, hizo que sus personajes mencionaran peripecias vividas entre algunos de
los casos, pero de los que no existen novelas o relatos que los desarrollen.
Centrándonos en el estupendo volumen, tengo que
reconocer que la introducción no me gustó. Esperaba muchos más datos, pero me
quedé con la sensación de que el autor de la misma se centraba más en su propia
opinión sobre los datos aportados que sobre las propias características
vertidas, y un libro de esa magnitud y ambición debe buscar la excelencia, lo
que se consigue con una investigación exhaustiva, biografía de autor y
personaje al más puro estilo inglés, si se me permite la expresión, serio en el
planteamiento, enciclopédico en la elaboración, y sistemático en su reflejo
escrito.
Sin embargo, los relatos cumplen su papel. Son más de
mil quinientas páginas de Sherlock Holmes, y de casos de la más diversa índole.
En sus páginas, la verdad queda desnuda, separada de la piel de la mentira de
las visiones cinematográficas como un pescado cocinado al vapor. Ni la figura
con el sombrero y la pipa, ni el <<Elemental, Querido Watson>>, y
ni siquiera la sempiterna lucha con su archienemigo Moriarty, quien apenas
aparece en uno de los relatos, aunque se le menciona en alguno más, tienen su
cabida en las letras escritas, demostrando sin ningún género de dudas que los
directores y actores de la gran pantalla se tomaron licencias en la adaptación
de las novelas al séptimo arte. Sí aparece Watson, su sentido analítico para
llegar al fondo del asunto, y la señora Hugues, o incluso los Innombrables de
Baker Street. Esto permite emitir un suspiro de alivio, pues no ha sido mentira
todo el personaje, sino que se trata más bien de una cebolla de la que hay que
ir retirando capas para saber cuáles pertenecen al original y cuáles son
impostadas. El libro se completa, asimismo, con unas notas al final con
comentarios del autor sobre cada uno de los relatos, con desigual fortuna, pero
siempre valorando el esfuerzo realizado.
En conclusión, una buena lectura, que presenta casos
de muy diversa índole, y ayuda a hacernos una idea más realista de la figura
del detective, algo distorsionada por los focos y el maquillaje de
Hollywood, como si sólo hubiéramos visto
su reflejo en los espejos del callejón del Gato. Como apunte final para los
románticos, constatar que efectivamente Irene Adler fue su gran amor, pero como
suele suceder en las grandes obras de la Literatura, la honda huella que dejó
en el protagonista de Doyle no se arrastra en la tinta de sus páginas, sino que
se insinúa en apenas un par de casos, concentrándose desde entonces en el
corazón del héroe con la reserva que tuvo siempre incluso con su querido
Watson, aunque no podemos tenérselo en cuenta, pues siempre hemos sabido del
inexcusable carácter discreto de los ingleses.
REPLICANTE: Nemoroso de la Torre
TIPO DE LECTURA: detectivesca, finales del siglo XIX e inicios del XX
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